Si queréis creerme, bien. Ahora os diré cómo es Ottavia, ciudad telaraña, que apresa a sus habitantes cual insectos y no los deja partir.
No sé bien si esta pequeña ciudad
atrapa por el calor pegajoso que se desprende del río que bordea su avenida
principal o por algún antiguo hechizo promulgado por su fundadora, que tenía
como único objeto en la vida construir una urbe donde todo gire a su alrededor.
La plazoleta principal, un círculo
perfecto. De él se desprenden las callecitas polvorientas, determinando
diagonales que se entrecruzan con caminos perpendiculares, una y otra vez.
Cuenta la leyenda que el arquitecto que diseñó su plano padecía aracnofobia