25 de marzo de 2014

La ciudad telaraña


Si queréis creerme, bien. Ahora os diré cómo es Ottavia, ciudad telaraña, que apresa a sus habitantes cual insectos y no los deja partir.
No sé bien si esta pequeña ciudad atrapa por el calor pegajoso que se desprende del río que bordea su avenida principal o por algún antiguo hechizo promulgado por su fundadora, que tenía como único objeto en la vida construir una urbe donde todo gire a su alrededor.
La plazoleta principal, un círculo perfecto. De él se desprenden las callecitas polvorientas, determinando diagonales que se entrecruzan con caminos perpendiculares, una y otra vez. Cuenta la leyenda que el arquitecto que diseñó su plano padecía aracnofobia

18 de marzo de 2014

La mujer hoguera


Muchos sabían de las virtudes- defectos de Camila. Algunos por experiencia propia, otros por rumores lanzados por quién sabe qué deslenguado. Camila… la mujer de fuego, que estaba empezando a sospechar de su fama incipiente y del origen de sus desengaños amorosos.
Pasaban los años y no lograba que sus noviazgos duraran mucho tiempo. Mucho menos casarse y formar una familia, como estaban haciendo casi todas sus compañeras de colegio.
Era curioso lo que le sucedía. Desde el primer romance hasta el último habían terminado de forma repentina, sin grandes explicaciones… y en cada uno de ellos, Camila había sido la “abandonada”.
Todavía recordaba aquel primer noviecito, a los diecisiete años.

11 de marzo de 2014

Punto y coma

Carla, sentada ante la mesa de madera rústica cubierta por un mantel de hule florido, tomaba mates y lo escuchaba. Mantenía fija la vista sobre el mantel y por su cabeza pasaban ideas triviales como la necesidad de cambiarlo: “está muy gastado en la parte donde se apoya la cacerola”, como si esas ideas la ayudaran a convencerse de que nada de lo que estaba pasando, estaba pasando.
El Raúl se había mandado una macana, esta vez de las feas, de esas que te obligan a guardarte un tiempo porque la cana lo andaba rastreando. Carla no sabía bien qué había hecho esta vez, ni le interesaba: “mejor no saber, por si te preguntan”, siempre le decía él. Así que, mientras ella degustaba sus amargos de la tarde, él estaba preparando un bolsito con ropa para irse por un tiempo.